Parecía ser un barrio como todos allá por el 8 de octubre de 1988 cuando les entregaron las casas a los habitantes de lo que nació como una operatoria de la Unión de Empleados de Comercio y que se llamó barrio Los Robles.

Pero el empuje de un buen número de vecinas que se puso firme a trabajar por lograr cosas para todos lo convirtió en uno de los lugares destacados por el empeño en salir adelante, y sobre todo la unión para tirar todos hacia un mismo lado.

El barrio Los Robles se encuentra al sur de la ciudad de San Rafael. Por mucho tiempo fue casi el único espacio urbanizado luego de la calle Los Sauces, hasta que la ciudad empezó a desplazarse hacia ese punto cardinal y se construyeron muchas viviendas.

En una primera etapa se trató de 96 casas de 68 metros cuadrados cubiertos, de dos, tres y cuatro dormitorios, en lotes que tenían 28 metros por 11. Más tarde, y varios años después, se harían la segunda etapa que construyó el IPV (Instituto Provincial de la Vivienda) que abarcó unas 60 casas y luego la tercera y última, con unas 40, pero que se construyeron de manera independiente.

Desde los inicios los vecinos decidieron formar la unión vecinal y cobraban una pequeña cuotita para ir comprando cosas que hacían falta en el barrio. Esta organización estaba compuesta en su totalidad por mujeres, unas 20 aproximadamente que aún hoy siguen juntándose a pesar de que varias ya no viven en el barrio.

Durante muchos años fue presidente de la Unión vecinal Adriana Moyano -que hace un par de meses no habita su casa del barrio pero que sigue ligada a él- y junto a otras mujeres como por ejemplo Inés Parra, Elba de Carrieri, Catalina Vargas, Nancy Olivares o Nélida Fornés entre otras, impulsaron obras de primera necesidad como la red de gas natural y las cloacas.

También bregaron por tener un espacio verde en el centro del barrio, en un terreno baldío que después de casi diez años lograron ver como lo habían soñado. Sin embargo, mientras tanto hicieron té lotería, feria de platos y venta de empanadas para comprar los materiales, y hasta las plantas que hoy luce la plaza de la Libertad.

“Nuestros té lotería se hicieron famosos, hicimos 28 para recaudar fondos. El primero fue en el garaje de la casa de Mabel Rojo, pero como empezó a ir tanta gente tuvimos que alquilar el salón de ATE”, contó Adriana.

Lentamente fueron dando forma a su sueño. Ellas mismas iban a los viveros a comprar las plantas, que también se encargaban de colocar en la plaza. Todo les costó mucho porque buscaron darle un toque especial a la plaza con un cartel de mayólica, el playón con baldosones de colores, con bancos de hierro y madera estilo colonial, una glorieta y farolas haciendo juego.

Pero como en todos lados se destrozaron los bancos, las plantas, y así hace unos meses la Municipalidad les ayudó a remozarla poniendo -entre otras cosas- nuevos bancos.

La inauguración de la plaza fue una gran fiesta para todo el barrio. Relatan los vecinos que fue en 1996 y que asistieron unas 800 personas. “Habíamos hecho 80 kilogramos de torta, hicimos suelta de palomas, bailaron los chicos de las academias, asistieron las autoridades municipales, fue una fiesta muy linda”.

A la par se realizó la red de gas natural, más tarde las cloacas que se hizo en dos etapas, y hace unos cinco años se logró que se ejecutara el asfalto en las calles del barrio, como también la construcción del bulevar en calle Los Sauces y que se denominara Los Robles, por los árboles que lo flanquean.

A pedido de una de las vecinas, hace cinco años se entronizó en la plaza la imagen del Divino Niño y la Virgen María, y todos los 12 de cada mes se realiza la procesión desde el barrio hasta la parroquia San Francisco Solano a la que pertenece.

“Faltan cosas por hacer”, dicen los vecinos pero dejan entrever que saben que en la unión está la posibilidad de lograr lo que desean para un barrio pintoresco, con enormes moreras que dan sombra y frescura en los calurosos días de verano.

Fuente: Los Andes de Mendoza, 31/05