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El debate de la sustentabilidad

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Algunas consideraciones sobre ecoeficiencia en el diseño, uso de materiales y tecnologías.
Desde diferentes sectores, algunos relacionados con la arquitectura, analizan cómo avanzar hacia la sustentabilidad.

Buenos Aires- Un artículo publicado recientemente en Arquitectura Crítica y en otros medios de información de arquitectura, explica algunos conceptos referidos al término ”sustentabilidad” y su incidencia en la sociedad.
Sostiene el artículo que la sustentabilidad se ha convertido en la palabra de moda y se menciona en economía, política, ciencia y deportes. Lo cierto es que, bien empleado, este término pone a los materiales, la energía que consumen y su destino como basura en el centro de la escena. Ya nadie discute que el desarrollo económico tiene que ser compatible con la preservación del medio ambiente natural si queremos sobrevivir, lo que sí se discute es cómo. Por otro lado, hoy no son pocos los especialistas que sostienen que para cumplir con esa condición tendríamos que acostumbrarnos a una pérdida en el nivel de vida actual.
El diseñador Ross Lovegrove asegura que para mejorar el desempeño ecológico de nuestra economía, la gente tendrá que acostumbrarse a tratar con objeto de colores más “sucios” y superficies menos brillantes, consecuencia inevitable de un mayor uso de materiales reciclados. Sin embargo, reciclar ya no parece la mejor solución ecológica, inclusive muchas la desaconsejan. El debate sustentabilidad es tan dinámico que hasta hace unos años nadie dudaba que el mantra ambientalista de las “tres R” (reducir, reutilizar, reciclar) podía resultar una salida de la crisis de recursos naturales y energía. Hoy para muchos, reducir el consumo de recursos, el uso de energía, las emisiones y los residuos podría resultar beneficioso para el medio ambiente (y para la moral de las personas) pero en el corto plazo. A largo plazo, aseguran, esta estrategia no hace más que alargar la agonía del sistema.

Durante mucho tiempo las tres R han sido la receta básica de la industria que buscaba ser más sustentable. Convencidos de esa estrategia los empresarios ambientalistas acuñaron el término “ecoeficiencia” que significa “hacer más con menos”.

La ecoeficiencia no puede salvar el medio ambiente porque supone dejar que la industrialización consuma los recursos naturales pero en forma más lenta. Por ejemplo, en nombre de la ecoeficiencia se han propuesto limitar las emisiones peligrosas de la industria; sin embargo, al ritmo actual puede que no sea suficiente para evitar las consecuencias negativas en el ambiente. A su vez reciclar residuos no evita que se produzcan nuevos agentes tóxicos durante el proceso y que el producto final sea peor que el inicial. Además en muchos casos, esta reutilización sólo sirve para trasladar el problema de un sitio a otro. China por ejemplo es el máximo importador de materiales reciclados provenientes de Estados Unidos, sobretodo plásticos que incluyen gran cantidad e PET. Esta materia prima usada en la fabricación de mercancías y embalajes que vuelve, en muchos casos como producto de la exportación china, a su lugar de origen. Así, un proceso que pretender ser sustentable y racional se convierte en fuente de mayor contaminación. A la degradación del producto inicial durante el proceso de reciclado se le suma el consumo de combustibles fósiles durante su recolección y transporte de ida y vuelta, para no mencionar la energía consumida durante el reciclado.
A pesar de las críticas, reciclar, reducir o reusar materiales es todavía parte las estrategias que sostienen las actividades ambientales. Por su lado, en las industrias están cada vez más entusiasmados con el desarrollo de materias primas ecológicamente eficientes. Así mientras ambientalistas e industriales defienden sus propuestas y siguen manteniendo mutua desconfianza, ya hay una tercera posición. Es la de quienes reclaman abandonar el reuso, el reciclaje y la invención de materiales de alta tecnología para volcar todos los esfuerzos en el diseño de nuevos procesos productivos “ecológicamente efectivos”.
En su libro “De la cuna a cuna, rediseñando la forma en que hacemos las cosas”, el arquitecto William Mc Donough y el químico Michel Braungart ofrecen una estrategia nueva para repensar la interacción de los hombres con el mundo que los rodea. La idea gira en torno a lograr que los residuos industriales adquieran el mismo status que los naturales. En la naturaleza, según explican, los desechos que se producen en un nivel biológico se convierten e nutrientes de otro. Entonces proponen imaginar a todos los productos como nutrientes dentro de metabolismos biológicos (naturaleza) o industriales (tecnología).
Mientras tanto, la apuesta ambiental juega su suerte a una involución hacia el empleo de materiales más simples o el salto hacia adelante en busca de una solución high tech que nos permita mejorar hasta nuestra calidad de vida sin morir en el intento.

Fuente: La Mañana de Neuquén, 5/11

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