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La energía solar térmica en Argentina

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Con medidas que impulsen la energía solar térmica Argentina podría ahorrar un 20 por ciento de gas natural en el corto plazo

El concepto se deduce sólo sobre el sector residencial, sin tomar en cuenta al sector industrial. De llevarse a cabo políticas de incentivo hacia esta tecnología, se fortalecería la cadena de valor nacional, se generarían puestos de empleo y se evitarían emanaciones de CO2, entre otras ventajas. Un análisis del ingeniero Maximiliano Marini, experto y socio fundador de la empresa Skenta.

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En el mundo, el 42 por ciento de la potencia renovable instalada y el 27 por ciento de la energía renovable es solar térmica. Según el último informe publicado del International Energy Council, en el año 2014 había en el mundo 406.000 MW de potencia solar térmica instalada, contra 370.000 MW de la eólica y 177.000 MW de fotovoltaica.

Podemos concluir que entre un 25 por ciento y un 30 por ciento del gas consumido en la Argentina se utiliza en el sector residencial. De este consumo, entre el 70 y el 80 por ciento del uso residencial es para calentar agua o para calefacción.

El uso residencial de la Energía Solar Térmica ayudaría a disminuir el consumo de gas en un segmento que representa entre el 15 y el 20 por ciento del consumo total de gas en Argentina. Se puede ahorrar aún más si se adopta para usos industriales.

Hoy se calcula que la Argentina tiene instalados menos de 20 MW térmicos. Turquía, que puede compararse muy cercanamente con la Argentina desde el punto de vista climático, irradiación solar y PPA per Capita (Paridad de Poder Adquisitivo, o PPP, Purchasing Power Parity), tenía en 2014 una potencia instalada efectiva de 10.971 MW térmicos.

Brasil, tenía instalados 6.726 MW, reportando que gracias al uso de colectores solares para agua caliente se disminuyó 200 MW la necesidad de potencia en las horas de demanda pico (Atucha I produce 362 MW). Sería apabullante compararse con China, que cuenta con una potencia instalada de 262.262 MW; o Israel que con 2.905 MW obtiene el 90 por ciento de su agua caliente residencial de la energía solar.

Desde hace ya bastante tiempo otras energías renovables (eólicas y fotovoltaicas especialmente) cuentan en la Argentina con amplia difusión mediática, y políticas gubernamentales que les otorgan promociones e incentivos (entre otros: IVA diferenciado, créditos oficiales con tasa preferencial, desgravaciones impositivas, etc). No es el caso para la solar térmica. Sin embargo, existen numerosas publicaciones internacionales que demuestran las ventajas de la energía solar térmica:

Es una tecnología sencilla, confiable y probada en todo el mundo. Es individual y distribuida. No requiere financiación de grandes grupos o empresas.

Tras la aparición de la tecnología de tubos de vacío, los colectores solares térmicos ya no son exclusivos de los climas templados. Pueden instalarse en cualquier lado, desde la Puna a la Antártida (ya instalados), y desde el Atlántico a los Andes; en cualquier clima, muy frío o caluroso, extremadamente ventoso o calmo; en cualquier edificio, comercio o industria. Sólo necesita que estén iluminados por el sol.

La energía solar térmica crea más puestos de trabajo local que otras energías renovables, y estos trabajos se centran especialmente en gente con especializaciones básicas (como maestros mayores de obras, plomeros, electricistas, etc.)

Las firmas solares involucradas siempre son PYMES locales. Además, existen infinidad de marcas en el mercado, lo que asegura una competencia abierta. La adopta cada persona, comercio o industria individualmente, según su necesidad.

La relación costo/beneficio (económico y ecológico) es especialmente conveniente en grandes instalaciones, edificios, hoteles, industrias, como se expresa en el informe específico de la Secretaría de Energía de la Nación.

No requiere mantenimiento posterior y no tiene ninguna desventaja económica, ecológica o técnica conocida hasta hoy. Las primeras instalaciones comerciales se hicieron en el año 1890.

Es la que más contribuye a disminuir el efecto invernadero, especialmente si se considera el CO2 incurrido en la fabricación de los productos para energía renovables.

Es la más económica por MW instalado (en el presente, es de 3 a 5 veces más barata que la energía fotovoltaica y 3 veces más que la eólica).

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