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Contemplar la hidroelectricidad en la Ley de Energías Renovables

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La hidroelectricidad a gran escala permanece al margen de los estímulos y beneficios planteados por la nueva Ley de Energías Renovables 27.191. Así lo creen los integrantes de la Comisión Directiva del Instituto Argentino de Energía (IAE) “General Mosconi”.

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A través del informe “Propuestas para el desarrollo hidroeléctrico argentino”, los principales referentes de esa entidad expresaron la necesidad de modificar el rumbo de las acciones y no persistir en los errores que se vienen cometiendo para que la permanente declinación de la participación de la energía hidráulica en la matriz energética nacional se revierta.

Según los especialistas, será clave avanzar en la revisión y renegociación de los contratos de las centrales Jorge Cepernic y Néstor Kirchner, proyectadas en el río Santa Cruz, con el propósito de “asegurar antes del inicio físico la factibilidad técnica, económica y ambiental de las obras”. Aunque éstas, explican, resultan adecuadas para su incorporación al Sistema Eléctrico Nacional (SIN), “sus procesos licitatorios y contractuales deben ajustarse a decisiones técnicas fundadas con criterios de transparencia hacia la sociedad”.

De acuerdo con el estudio del IAE, la construcción de nuevas centrales hidroeléctricas en el país deberá tomar en cuenta “la obtención de beneficios no energéticos, la minimización del impacto ambiental y el desarrollo de la industria local proveedora”. En ese sentido, el organismo conducido por Lapeña resalta que “la conjunción de energía renovable, usos no energéticos, desarrollo industrial y creación de entornos atractivos permite soluciones autónomas y económicas que contribuyen a la provisión global de las necesidades de energía de la sociedad y al bienestar de los ciudadanos”.

El trabajo postula que las usinas hidroeléctricas suelen aportar ventajas no energéticas que son tan o más importantes que la propia generación, tales como la regulación de las crecidas de los ríos, la acumulación de agua para garantizar el riego y la provisión de agua potable y de uso industrial. “El desarrollo agrícola de los ríos de Mendoza y San Juan, el valle del Río Negro, la navegación del Alto Paraná, la protección de muchas ciudades contra las crecidas no serían posibles sin la existencia de estas centrales. Además sus embalses se convierten rápidamente en polos de atracción para la práctica de los deportes, el esparcimiento y el desarrollo inmobiliario”, enumera el reporte.

En la actualidad, la Argentina dispone de más de 100 grandes presas a lo largo y ancho de su territorio. Según el IAE, “en ninguna de ellas se han verificado las catástrofes ambientales presagiadas por los lobbies que se oponen al desarrollo del rubro”. Por otro lado, acota la entidad, “ningún sistema de generación, renovable o fósil, tiene componentes tan importantes de insumos y mano de obra nacional como la hidroelectricidad”.

El diseño y la construcción de nuevas centrales hidroeléctricas ameritan una evaluación rigurosa desde el punto de vista ambiental, tal como sucede con todas las grandes obras de infraestructura, junto con “la efectiva aplicación de los planes de mitigación y de remediación para minimizar el efecto de las consecuencias no deseadas”.

El IAE remarca que la energía hidráulica es, en última instancia, una forma de energía solar. “El sol, principal fuente motriz del ciclo hidrológico, evapora el agua de los océanos y lagos y calienta el aire que la transporta en estado de vapor. El agua retorna a la tierra como precipitación, en sus diversas formas, y al escurrir hacia los océanos y lagos situados a cotas inferiores disipa la energía potencial acumulada. Esta energía es renovable, cualquiera sea su dimensión o localización”, aclara el informe.

La Argentina dispone de más de 100 grandes presas en su territorio y ninguna de ellas registró problemas ambientales serios. Ningún sistema de generación, renovable o fósil, tiene componentes tan importantes de insumos y mano de obra nacional como la hidroelectricidad.

A diferencia de otras fuentes de energía eléctrica, la hidroelectricidad ofrece un alto nivel de confiabilidad, tecnología probada y de alta eficiencia, los menores costos de operación y mantenimiento, y una gran flexibilidad operativa y capacidad de almacenamiento. “Esta gran operatividad la convierte en el complemento necesario de otras energías renovables sin garantía de suministro, como la energía eólica y la solar”, indica el trabajo.

El IAE reconoce que desde hace algún tiempo se cree en el país que las grandes centrales hidráulicas no representan fuentes renovables y que su impacto ambiental es significativo. Este error conceptual se ve reflejado en las Leyes 26.190 y 27.191, que fijaron límites de potencia de 30 y 50 megawatts (Mw) para el rubro. “Estos límites carecen de sustento técnico, ya que el impacto ambiental no tiene relación alguna con la potencia instalada, sino con las características y localización de cada proyecto en relación con su entorno”, concluye la entidad.

Que el marco legal fomente la instalación de presas de escasa envergadura, como si ello fuera una virtud en lugar de un defecto, y el compromiso ambiental asumido por la Argentina en el último acuerdo de París “será de imposible cumplimiento sin un aporte importante de las centrales hidroeléctricas”.

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