Plantean hacer un parque frente a Puerto Madero.

Gaspar Libedinsky sabe que odio las autopistas elevadas, pero trata de entusiasmarme con su proyecto de construir un parque elevado en los tramos abandonados que están frente a Puerto Madero, donde estaba proyectada una de ellas, de cara a los doques, que iba a pasar sobre la Reserva Ecológica para unir la Illia con la Buenos Aires-La Plata. Gaspar tiene muchas ideas, hace unos años inventó unas pantuflas que se sacan de un pedazo de alfombra y logró que se vendieran en la tienda del Malba. Otra vez, en 2006, cuando el Obelisco estaba por cumplir 70 años, diseñó un paseo a su alrededor que permitía subir en ascensor y bajar por una escalera para ver el paisaje de Buenos Aires desde lo alto. Hasta consiguió la plata para hacerlo, pero su proyecto chocó con la falta de audacia de los funcionarios. El Obelisco se había convertido en un monumento intocable y nadie se animaba a autorizar la instalación. Miedo al qué dirán, digo yo.

Pero Gaspar no baja los brazos, es entusiasta, joven, y conoce las cosas que se hacen en otros lugares del mundo. Estudió en Londres y trabajó en Nueva York, justamente en algo muy parecido a lo que propone para las autopistas de Buenos Aires. “Trabajé en el High Line Park de Manhattan, es un parque urbano que se construyó sobre una línea elevada de ferrocarril: ahora es una súper atracción turística y la gente lo usa como lugar de esparcimiento. Acá se podría hacer algo igual”, me explica y le brillan los ojos.

Los yanquis construyeron un tren elevado en los 30 para conectar el puerto con un barrio en el que estaban los frigoríficos. La línea dejó de funcionar en los 80 y estuvo 23 años abandonada. Cuando el municipio decidió demolerla, los vecinos se opusieron y nació el proyecto del que ya está terminada su segunda etapa. “Cuando esté terminado, el parque elevado tendrá más de 2 kilómetros de largo –me dice eufórico– y está repleto de situaciones distintas, plantas autóctonas, recorridos para caminar o correr, bancos para sentarse o tumbarse, auditorios al aire libre y lugares para tomar sol. Acá se podría hacer lo mismo”.

Las autopistas son un gran problema urbano para Buenos Aires, la cortan al medio, generan zonas degradadas debajo y produjeron una herida urbana que todavía no cicatriza. En San Pablo, una autopista elevada que surca serpenteante la ciudad se cierra los fines de semana y se usa para correr, andar en bici o patinar. “Acá se podría hacer lo mismo”, propone Gaspar.

Libedinsky bautizó su idea porteña como Autoparque. “Será el lugar que los autos dejan para la vida natural, una linda metáfora ¿no?”, me pregunta. El sitio elegido está en Avenida Huergo, entre San Juan y Cochabamba. Allí, una parte de la Autopista 25 de Mayo está trunca, como esperando que algún día se construya la Autopista Ribereña que tendría que pasar por delante de Puerto Madero. Dos enormes brazos de hormigón, uno elevado a más de 10 metros del suelo y otro más bajo son los que quedaron sin conexión. Cuando Gaspar los vio por primera vez se le hizo agua la boca. “Esos brazos tiene el mismo ancho del High Line, unos 12 metros, y algo así como 300 uno y 200 el otro. Ahora mismo se puede caminar por el más bajo porque se acerca bastante a la vereda. El otro podría convertirse en un mirador privilegiado hacia la parte sur de Puerto Madero, la Reserva y el río”, me explica.

El proyecto de Gaspar incluye plantas como las que hay en la Reserva Ecológica, árboles, asientos de hormigón, pisos de caucho colorido (reciclado de las gomas de los autos), bancos y reposeras. Un lugar divertido y estimulante, para que los turistas piensen que con sus autopistas se podría hacer lo mismo.

Fuente: Clarín, 08/05