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Los ingenieros que nos faltan

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Por: Claudia Araujo

En el regreso a clases elegimos no hablar de los paros ni de las demandas por nuevas negociaciones salariales. Preferimos esperar a la concreción de medidas y compromisos expresados por las partes hace meses. Estamos justo a la mitad del plazo propuesto en el plan nacional 2012-2016 para la formación de más ingenieros y las acciones no parecen dar los resultados que se esperaban.

El Consejo Federal de Decanos de Ingeniería afirma que unos 6.500 ingenieros se gradúan cada año, en tanto la meta a 2016 es lograr que lleguen 10.000, es decir uno por cada 4.000 habitantes.

ingenieros

El año pasado el Consejo Argentino de Ingeniería (CAI) informó que en Argentina hay más de 30 mil estudiantes que aprobaron 26 materias o más y no terminan sus carreras porque son requeridos en el mundo laboral. Con el objetivo de aumentar ese número, el gobierno nacional impulsó varias acciones, entre ellas un plan de estímulo a la graduación que a partir de este año intenta atraer a los que trabajan y adeudan una o dos materias para recibirse.

El incentivo consta del pago de 25 mil pesos para los que les falta la tesis o algunas asignaturas, puedan terminar sus estudios en un plazo no superior de un año. En el país se reciben apenas 300 ingenieros cada 1.000 abogados, según un informe reciente del Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA), de la Universidad de Belgrano.

Hace tres semanas el decano de la Facultad de Ingeniería de la UBA Horacio Salgado admitía a Clarín que debería cuadriplicarse la cantidad graduados en ingeniería mecánica, eléctrica y civil para satisfacer las necesidades del país.

En 2013, la Facultad de Ingeniería de la universidad más grande del país tuvo 480 egresados y de ellos apenas cuatro terminaron en la especialidad eléctrica, y sólo 8 se recibieron de ingenieros navales. Las ramas eléctrica, mecánica, textil, naval y en petróleo son las más demandadas por el mercado laboral y menos elegidas por los jóvenes.

El poder de la seducción

Para Juan Antonio Lazara, director de la guía del estudiante, la palabra clave es represtigiar, que ser ingeniero o técnico sea tan prestigioso como ser abogado o médico. Dedicado a dictar conferencias en la provincia de Buenos Aires para asesorar a los adolescentes antes de elegir una carrera, sostiene que hace falta legitimar también ciertos oficios o especialidades, “que sea prestigioso ser ebanista o plomero o electricista, porque es lo que necesita el país”.

Esta semana, en declaraciones a la Radio 10, lamentó que el país destine un presupuesto sideral para alentar el estudio de ingeniería, mientras se mantienen niveles de deserción tan altos: por cada 100 ingresantes se reciben siete. Mientras en las provincias la situación es peor que en la CABA o en el Gran Buenos Aires, entre las razones que podrían explicarla menciona dos. Por un lado que la escuela secundaria no forma en ciencias duras y, por otro, que la demanda laboral se los lleva antes de que accedan a un título, porque en tercer año la mayoría ya empieza a trabajar.

Entrevistado por Rolando Hanglin, Lazara mencionó que después de hablar con docentes, alumnos y familiares otro de los problemas de origen son las reformas que las escuelas hicieron a sus contenidos “con orientaciones que no tienen relación con lo que necesita el país”.

“Formar un ingeniero cuesta un millón de dólares en el mundo; en Estados Unidos hay que abonar 30 mil dólares para empezar, hay familias que deben toman préstamos o hipotecar la casa. En la Argentina no se valora que se puede hacer en una universidad pública o que hay becas y lo mismo con otras tecnicaturas muy demandadas como plomero o ebanista”, insistió.

Además recordó que para cursar ingenierías hay que estudiar matemática, física, asignaturas ciencias duras, y para muchos chicos es muy difícil hacerles frente con la formación que reciben en el secundario. “Aunque haya facilidades para terminar la secundaria también hay que aprender, no aprobar solamente; que den ganas de estudiar”, agrega.

En la misma dirección

El ministro de Ciencia Tecnología e Innovación Productiva Lino Barañao mencionó que el año pasado hubo 5 mil puestos de trabajo no cubiertos en la industria del software argentina, lo que significa que hay una demanda insatisfecha muy importante y que cualquier chico con una capacidad mínima en programación tiene un empleo seguro.

“Queremos transmitirles estas realidades porque necesitamos orientar la matrícula hacia las carreras que el país necesita”, reparó al referirse al objetivo de formar programadores, ingenieros y químicos. Del nuevo modelo en educación científica que plantea Tecnópolis, destacó que para disipar miedos y prejuicios que algunos chicos tienen sobre las carreras científicas, estudiantes de esas carreras reciben a los visitantes de los stands.

Desde el parque temático y en una entrevista con César Mascetti, por AM del Plata, resaltó que también se buscó para derribar algunos mitos, por ejemplo, que un adolescente pueda ver que otro con rastas y tatuajes también puede ser un estudiante más de Física.

O que desde un stand de videojuegos y simuladores se informe sobre carreras de informática que se dictan en el país. Entre las novedades para este año Barañao adelantó que se habilitará una nueva agencia destinada a comunicar la ciencia y a atraer las jóvenes vocaciones, con sede en el polo científico tecnológico de Palermo, donde se recuperó el edificio la exbodega Giol. El proyecto contará con un auditorio y un museo interactivo de ciencia destinados a la divulgación y un espacio verde.

En cuanto a las carencias y a las ausencias que derivaron en el desinterés por estudios orientados hacia la ciencia y la técnica, si Lazara tiene razón, el panorama es poco alentador. Además está claro que tantas acciones y esfuerzos no se verán en un plazo tan breve, por eso nos sumamos a la preocupación por contar con más perfiles cercanos a los intereses comunes: del país y de nuestros jóvenes.

Para el final tomamos un concepto del funcionario nacional que nos muestra un costado extra, “que las posibilidades de ascenso social que en otra etapa de la historia dieron las carreras tradicionales hoy las dan las científico-tecnológicas”. Por ello “el mayor reaseguro para conseguir trabajo está, por ejemplo, en estudiar ingeniería o programación”, sintetizó Barañao.

Fuente: Norte, Chaco, 4/08

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