Hay 20 proyectos en marcha. Las obras se suspenden en el verano por el turismo

Según las autoridades municipales de Maldonado, el 2009 fue, del último lustro, el año elegido masivamente por inversores argentinos para resguardar sus divisas comprando departamentos y chacras de lujo en Punta del Este. No son los únicos. En manada, los brasileños decidieron gastar sus reales en viviendas esteñas. Aunque para las 400 operadores inmobiliarios locales la sorpresa son los capitales chilenos y, cada vez más, europeos y norteamericanos. Todos ellos, como pujando en una caliente subasta, se sacan las pestañas para lograr el mejor lugar en los 20 proyectos de súper lujo que hay en la península. Un dato: gracias a una disposición municipal, las obras se suspendieron durante el verano para no molestar a los turistas.

“La ciudad de Punta del Este se diseñó según el gusto de los argentinos, quienes trajeron el capital para levantar los primeros emprendimientos inmobiliarios. Hoy siguen resguardando sus dólares en nuestros ladrillos”, aseguran en la Comuna local.

Comparado con 2008, el año pasado aumentaron un 35 % los pedidos de nuevos proyectos de construcción. Se calcula, que ese porcentaje podría representar unos 400 mil m2. “Es tanto el interés de los compradores, que los departamentos salen sin precio. Inclusive, se toman reservas temporales, que pueden caerse ante una oferta más alta”, explica la especialista en bienes raíces, Graciela Clavijo. Y agrega: “En los últimos 20 años, no se vivió nada parecido”.

Pero el crecimiento desmedido tiene sus peligros. “El hermoso sol del atardecer que históricamente se podía disfrutar en la Brava, y que venía desde el otro lado de la península, dejó de existir. El culpable: los edificios que se construyeron sobre la ruta interbalnearia”, se queja Julio Lisandro, turista bonaerense que desde hace 15 años veranea en Punta. El tránsito es otro problema. Al haber más edificios, la cantidad de autos se multiplicó y colapsaron las calles. Es muy difícil conseguir un lugar para dejar el vehículo -en Punta no hay playas de estacionamiento-. Para volver a la península desde la Barra, después de un día soleado, hay demoras de casi una hora.

Fuente: La Nación, 08/01