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El natatorio Parque Avellaneda

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 por Arq. Carlos Moreno

El ocio y el agua fueron elementos asociados desde la antigüedad en la búsqueda del bienestar. En Roma y su imperio se difunden las termas. Luego en la cultura musulmana los baños son parte de la sociabilidad. En la Edad Media los populares baños llegan a un fuerte desarrollo y otras cosas. En el siglo XIX se ponen en valor, desarrollando gran cantidad de balnearios y termas. En la Europa de la segunda mitad de siglo XIX se plantean los baños basándose en el higienismo. Luego se le va incorporando el esparcimiento con los juegos de agua y la natación.

En Buenos Aires los baños en el río fueron una democrática costumbre desde la colonia, luego en el período republicano se abrían muchas casas de baños y piletas de natación, una muy importante al costado del Molino de San Francisco (el Municipio). En las últimas décadas del siglo XIX el Estado incorpora varios espacios y paseos públicos, incorporando así a las poblaciones de menores recursos. Se organizan varios parques, entre ellos el Tres de Febrero (1875), el Lezama, el Centenario, el Avellaneda (1914) y muchos otros. Un profesional muy calificado, el Ing. Benito Javier Carrasco, sucesor de Carlos Thays como Director de Parques y Paseos de la Municipalidad (1914-18), basó su gestión en una política de urbanismo moderno: en forma científica y de objetivo social se trata al espacio público como algo más que un valor estético. En una memoria presentada en 1916 resume algunas de sus metas. “La Dirección de Paseos no debe limitarse a la creación de parques y jardines (…) tiene una misión social que cumplir”. Estas se veían reflejadas en la creación de instalaciones deportivas y espacios para los niños combinando esparcimiento y cultura, creación de huertas, tambos o la escuela de jardinería.

Hace unas semanas como parte de un curso de gestión dictado en FLACSO realizamos una clase de campo donde se nos presentó una interesante experiencia de reciclaje y puesta en valor del antiguo natatorio del Parque Avellaneda que en su nueva función no ha perdido su función social.

A comienzos del siglo XX la ciudad de Buenos Aires se transforma, se reforma el modelo tradicional de ciudad y sociedad, se conforma como una ciudad moderna creciendo principalmente hacia el sur y el oeste con los nuevos sectores populares, los inmigrantes que comienzan a residir en estas zonas. Los urbanistas reforman la ciudad para mejorarla con nuevos barrios y un sistema de parques periféricos. El parque se concibe como un medio de transformación urbana, polo de agrupación e identidad comunitarias. El parque como derecho a la ciudad, para el tiempo libre, centro recreativo, sanitario, educativo, moral, homogeneizador y paseo familiar.

En este contexto, nace el antiguo Natatorio Público de Parque Avellaneda como fruto de políticas higienistas que consideran al agua como elemento de higiene, salud y recreación. Estas funciones se exaltan con el imponente edificio de gran interés arquitectónico y plástico. En 1923 el Arq. Moretti crea “La Casa de Baños de Parque Avellaneda” como uno de los primeros natatorios públicos de la ciudad.

No se conoce otra obra de este arquitecto, pero por este edificio sabemos que estaba influenciado por las corrientes artísticas que venían de Europa, precisamente la Sezession vienesa, nombre que toma el art noveau en Europa del este. El antiguo natatorio como parte del Parque Avellaneda compartió su período de esplendor y también su decadencia posterior fruto de los años de abandono del espacio público que se dieron en la ciudad de Buenos Aires desde fines de la década del ‘50 hasta principios de los ‘80. Cuando los vecinos comenzamos a descubrir el valor del Parque Avellaneda como parte de una búsqueda de las raíces de identidad del barrio, encontramos que el edificio estaba ocupado por la Dirección de Alumbrado de la Ciudad. La pileta era utilizada como depósito de columnas y en una de sus salas se ubicaba la oficina de recepción de reclamos. El 21 de diciembre de 1996 abrió sus puertas para sellar el acuerdo entre el Gobierno y los vecinos para la gestión en forma asociada del Plan de Manejo. Esto permitió que empiece a funcionar como Centro de Producción del Complejo Cultural “Chacra de los Remedios” y una de sus salas se destinó como sede del CESAV, institución pionera del proceso de recuperación del parque. También en una de sus salas se realizó el Plenario extraordinario de la Mesa de Trabajo y Consenso que permitió en el año 2000 reinaugurar la Casona como Centro de Arte Contemporáneo y Sede de la Gestión Asociada. En 2006 se reinauguró el Antiguo Tambo como Centro de Artes Escénicas y hoy está concluida la obra de remodelación del Antiguo Natatorio como sede de una Escuela Media además de conservar los usos definidos por el Plan de Manejo.

LA COLONIA DE VACACIONES

Se denominaban niños débiles a los niños propensos de enfermarse de tuberculosis. Las Colonias de vacaciones estaban destinadas a alumnos de escuelas públicas de sectores populares, fueron el resultado del accionar de los médicos del “higienismo social”, las experiencias europeas de fin de siglo y los políticos socialistas.

“Los chicos pasarán el día en esos parques, jardines y quintas, descansarán, cantarán; dedicarán una o dos horas a las lecturas sanas, amables e instructivas y sobre todo, comerán porque en sus casas pasan días enteros sin comer”. Antonio Zaccagnini.

Se desarrollaban actividades relacionadas con la alimentación, aire, sol, ejercicio físico, salud, peluquería, prestaciones odontológicas y clínicas. La rutina de la colonia muestra una faceta disciplinadora, comprendía formaciones en fila, diferenciación por sexo y por grupo de edad, rondas de reposeras y silencio durante la siesta. Los chicos vestían guardapolvos. 4.500 niños de la colonia disfrutaban de la pileta dos veces por semana. Cada día antes de ir a la pileta, recibían una malla que no tenía identificación, luego de usarla la devolvían. Mallas y toallas constituían el equipo de uso común de la colonia. La rutina era el contenido de la colonia, se promovían hábitos de orden, puntualidad, corrección, competición-colaboración, docilidad y conformidad.

Además en Parque Avellaneda se incorporaban otras actividades: “Clemente Onelli aportó animales domésticos del zoológico para que los niños estuviesen en contacto con ellos y desarrollaran actitudes de cuidado, protección y amor por la naturaleza”.

Desde las antiguas fuentes, hasta la ornamentación de jardines y de los espacios públicos, el agua ha formado parte del arte. El paseo de esculturas de Parque Avellaneda cuenta con obras de piedra y madera, que toman al agua como tema.

- “Agua” (A. de la Cruz), escultura que se completa con la lluvia, una talla en piedra cuyas texturas crean una fuente. El lugar donde está emplazada, bajo una cúpula de árboles añosos, enmarca la obra y da un carácter íntimo.

- “Mascarón de Proa” (G. de Tommaso) es una construcción que ensambla los durmientes (quebracho) con chapa del metal, cadena y un gancho. Su forma sintetiza las partes de un barco (proa y popa). Ambas esculturas son testigos de los tiempos de recuperación de este espacio público. Ambas embellecen el entorno natural.

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