por Arq. Guillermo Tella, www.guillermotella.com

El estado de emergencia nuclear producido por la central atómica de Fukushima de Japón, tras el fuerte sismo sucedido recientemente, puso de relieve el papel depredador del hombre sobre el ambiente natural.

Se advirtió que el planeta está en peligro de extinción. Más aún, se señaló que su suerte está en manos del hombre. Y, consecuentemente, el grito piadoso: “¡Salvemos al planeta!”. Pero me pregunto: ¿es tan así?

El planeta Tierra tiene 4600.000.000 años. Nació junto con el sistema solar. En sus comienzos, era un planeta árido y continuamente bombardeado por meteoritos, que generaron un mar de rocas derretidas.

Más tarde, las rocas se enfriaron y emitieron gases que, con el tiempo, se transformaron en la atmósfera y luego en agua, que inundó cuencas y generó océanos. En la Tierra, la vida surgía hace más de 3.000.000.000 años.

Y, cuando aún dominaban los reptiles, aparecen los primeros mamíferos, hace 200.000.000 años. Uno de ellos fue el Homo, hace 2.500.000 años, y que evolucionó de Homo Habilis a Homo Erectus y a Homo Sapiens.

Finalmente, devino el Homo Sapiens Sapiens, que es la especie a la cual pertenecemos. Se han encontrado restos de los primeros miembros en el Cercano Oriente y Balcanes, fechados hace 50.000 años atrás.

Con lo cual, hace sólo 50 mil años que estamos de visita a una casa de 4,6 mil millones de años de antigüedad. El planeta entonces no necesita que el hombre lo salve. Sabe cuidarse sólo y lo ha demostrado a través del tiempo.

Más que cuidarlo, el hombre debe respetarlo. Y fundamentalmente debe hacerlo para preservar su especie. Aquí no está en juego la continuidad del planeta. Lo que está en juego es la continuidad del hombre como tal.