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Cambio hacia una nueva conciencia Sostenible

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En un mundo de extrema desigualdad económica y social, cada vez es más necesario adoptar políticas de Responsabilidad Social para promover el desarrollo de sociedades más sostenibles.

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En los últimos tiempos se han producido hechos de diferente importancia que nos indican que las sociedades se encuentran atravesando profundos cambios en la búsqueda de un nuevo equilibrio planetario. Lamentablemente, ciertas reglas preestablecidas por mandatos intemporales de justicia social han dado como resultado un marcado desequilibrio en la historia de las civilizaciones como nunca antes visto. Esto propició un irrefutable cuestionamiento sobre la llamada teoría económica del goteo o derrame, que hace suponer que cuanto mayor es la riqueza de los más ricos, con el tiempo, esto beneficia a los que menos tienen. A modo de ejemplo, en el año 1987, con una población mundial cercana a los 5.000 millones, había 150 millones de personas subalimentadas, lo que representaba un 3% de la población total y que en el año 2010, siendo 7.000 millones, eran 1.000 millones los subalimentados, es decir un 15%.

Joseph E. Stiglitz, premio nobel de economía 2001, en su trabajo llamado El precio de la desigualdad expresa en forma categórica: “El 1% de la población tiene lo que necesita el otro 99%”, poniendo de manifiesto que la consecuencia de este adverso escenario ha llevado a una profunda pérdida de los valores éticos hasta el extremo en que todo es aceptable y nadie es responsable. De ese modo, se esparce como un reguero de pólvora entre jóvenes radicalizados en movimientos de protesta antiglobalización de países como Turquía, Egipto, Grecia, España, EE.UU., y actualmente también del Brasil, un sentimiento de injusticia devenido en una amarga traición, que desnuda una incuestionable falla del sistema económico y político, que ha puesto en riesgo los modelos de gobierno democráticos.

Reforzando el pensamiento de Stiglitz, un reciente informe de Oxfam, menciona que las 85 personas más ricas del planeta concentran lo mismo que 3.500 millones de habitantes de las regiones más pobres del globo quienes sufren del padecimiento de enfermedades, ya erradicadas en economías desarrolladas, por no contar con servicios de asistencia a la salud, a fuentes confiables de acceso al agua potable, a los servicios sanitarios y al tratamiento de los residuos, entre otros.

Tomando como referencia el Coeficiente de Gini, los Estados Unidos, la economía más próspera del planeta, consumidora del 50% de las materias primas que se producen a nivel global, se encuentra por debajo, en la tabla de las desigualdades, que Irán y Turquía. Entre las sociedades de mayor igualdad podemos citar a Suecia, Noruega, Alemania y Dinamarca, todas ellas por debajo del 0,3 y entre las más desiguales, algunos de los países de África con niveles que sobrepasan los índices del 0,6. Argentina por su parte, con un ratio del 0,46 se ubica mejor que los países vecinos de Chile, Paraguay, Perú y Brasil.

Como consecuencia de la profundización de las desigualdades, las poblaciones de menores recursos padecen de una alta tasa de mortalidad infantil lo que afecta en forma severa el planeamiento familiar, mancillado por la corta expectativa de vida y la necesidad de concebir numerosos hijos, en vistas a que alguno de ellos llegue a la vida adulta. También afecta este escenario, la falta de planificación en la fertilidad, que se resume en las palabras del ex presidente de Tanzania, Julius K. Nyerere “El anticonceptivo más poderoso es la confianza de los padres en que sus hijos sobrevivirán”. Quizás, quien mejor defina la problemática de la desigualdad sea Angus Deaton, en su libro El gran escape que mediante su expresión llama a la reflexión “El accidente de haber nacido en la indigencia”.

Ya en el año 1776, Adam Smith, en su célebre obra La riqueza de las naciones, evidenciaba la importancia de la asistencia a la salud como un principio indispensable del bienestar de las personas y en el comienzo del texto manifestaba: “La búsqueda de la salud no es solo una respetable actividad para los seres humanos, sino que también trae grandes beneficios para el conjunto de la sociedad”.

Si bien en el siglo XVIII el acceso a la salud ya era considerado un legítimo camino a la ética y a la felicidad, los avances en la actualidad han sido magros y en particular si tomamos como referencia el trabajo realizado por el Banco Mundial en el año 2010, en donde a valores ajustados en dólares, se calculó los gastos en salud realizados por distintos países en un año calendario. Entre aquellas economías de países emergentes, el informe cita a Mozambique con un gasto por persona de USD 49.-, Zambia con USD 90.-, Senegal con USD 108.- y Nigeria con USD 124.- mientras que en Inglaterra lo presupuestado era de USD 3.470.- y en los EE.UU., USD 8.362.-

Aunque los argumentos que se mencionan es estas líneas puedan parecer un tanto sombríos, la buena noticia es que el debate sobre la brecha de la desigualdad ha vuelto al centro de la escena, para atraer, no sin cierto escepticismo, la mirada de los máximos referentes mundiales en economía, sociología y política sobre la obra de Thomas Piketty El capital en el siglo XXI. A lo largo del extenso trabajo de Piketty, el cual se remonta a la era preindustrial, se analiza y fundamenta la necesidad de aplicar mayores impuestos a la riqueza en un intento de torcer el incierto destino que se cierne sobre la humanidad para fines del presente siglo. En un ensayo por justificar el trabajo realizado y relanzar la batalla hacia la inmoralidad que trae aparejado el capitalismo, él economista francés esgrime: “La desmesurada búsqueda del retorno de capital que excede el ratio del crecimiento económico”.

El mensaje es claro y conciso, y obedece a la urgente necesidad de corregir el rumbo perdido, porque volviendo a la senda del equilibrio, se han de lograr sociedades más justas. Pensar en un mundo sin pobreza, sería un razonamiento abstracto, carente de razón, vacío de contenido y, por sobre todo, de sentido común, pero como sociedad nos obliga a reflexionar sobre el alcance de nuestras acciones y bajo un acto de verdadera preocupación, trabajar activamente en poder acercar una solución a las clases más desprotegidas.

Es sabido que es menester del Estado suministrar la ayuda social necesaria en pos de achicar la brecha de la desigualdad, pero también es dable reconocer que los recursos públicos no son ilimitados, por lo que a imagen y semejanza de los países más avanzados, debemos convertirnos en actores principales y comprometernos en hacer de este un mundo más vivible.

Por lo tanto, resulta incuestionable la necesidad de acercar una solución material a los que menos tienen, haciendo hincapié en que por más pequeña que la ayuda parezca, el paliativo trascenderá el alcance meramente particular para convertirse en una señal de responsabilidad social, que pondrá en evidencia el desinteresado propósito de ayudar para generar sociedades más sostenibles.

Autor: Danilo Antoniazzi, Gerente Institucional Cámara Empresaria de Desarrolladores Urbanos

Fuente: CEDU, 08/07

1 comentario en Cambio hacia una nueva conciencia Sostenible

  1. 1

    Gregorio Laferrère:

    # 23/07/2014

    Adam Smith no solamente propiciaba, por su importancia, la asistencia de la salud de los pueblos, sino que a su vez creía que era fundamental la educación de los pueblos para que puedan desarrollar con eficacia la imprescindible libertad individual + la libre empresa + la libre competencia + el libre comercio. Esta conclusión fue el resultado de sus estudios acerca del porque del progreso de países como Inglaterra y los Países Bajos de su tiempo.

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